Y ahora,
en silencio,
sin hacer ruido
y sin mirar atrás,
me iré con la gente sencilla,
con la que sabe sufrir
derramando lágrimas
hacia adentro,
empapando el corazón
para hacerlo crecer
como un cerezo
en su época de flor.
Me voy hacia la libertad individual
donde no se daña al amigo
porque los amigos
no se dañanni se hieren
entre ellos.
Los amigos se justifican.
Me voy al sol del mediodía,
hacia su prohibida cara oscura,
o hacia la luz de la luna
que es hacia donde
las estrellas me guían.
Me voy donde mi corazón me lleve
y mis sueños me conduzcan.
Me iré,
dejando encadenado mi cerebro
al asfalto derretido
y allí, le haré un rinconcito de muerte:
un nicho para que piense
si merece la pena ser tan cerebral.
Marcharé tras los fantasmas
hacedores de suspiros.
Tras los lamentos de los muertos.
Tras sus procesiones de ánimas.
Y me ocultaré de la terca razón
del día a día
que camina por las aceras
y que a nada ni a nadie perdona.
Que nada sabe del principio y fin de la vida.
Y finalmente marcharé,
al son del flamear constante
de estandartes que reclaman
que, desde el más fuerte
al más débil de los mortales,
ninguno se libra de la desnudez
y del llanto del nacimiento,
ni de agacharse para expulsar
aquello que al cuerpo le sobra,
ni mucho menos
se libra de la muerte.
Y cuando ya no pueda
amar en la calidez de una piel
que a mi piel haga renacer
cada día,
me otorgaré el poder
de amar
en mis poemas,
como siempre lo he hecho.
Pues es la única manera
de no herir
a mi corazón
en algún recodo
de las sendas
que van marcando
mi vida.
…..ooOoo…..